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Fecha publicación: 08-03-2015
Autor: Anabel Puente Muñoz

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 El sueño en los niños es un tema que despierta mucho interés en los padres, dada la importancia del descanso en su desarrollo neuronal. En la edad pediátrica, más de la mitad del día la pasamos durmiendo, lo cual permite la correcta maduración neurológica. Pero además, permite el propio desarrollo de los sistemas que se encargan de regular el ciclo sueño/vigilia. La importancia de saber reconocer los trastornos de sueño en los niños es esencial a la hora de comprender y tratar los síntomas diurnos que presentara el menor. Con frecuencia se trata de una simple somnolencia con el consiguiente repercusión en su actividad diaria, en forma de déficit de atención, cefalea, fatiga, etcétera.  Los motivos más habituales por lo que los padres acuden a la consulta suelen estar relacionados con tres posibles situaciones: por un lado el trastorno en si puede ser causa directa de los síntomas diurnos que presenta el niño. En otras ocasiones, muestra una co-morbilidad. Por poner un ejemplo, un cuadro infeccioso que no permite un sueño de calidad será consecuencia de somnolencia, fatiga, etc. Pero también hay que considerar el impacto que un sueño no fragmentado puede tener sobre los padres o cuidadores del niño, con la consiguiente repercusión en la actividad del adulto tanto a nivel laboral como en el propio cuidado del niño.

En este sentido, desde hace ya varios años que se está dando una especial importancia a la probable asociación del déficit de atención con hiperactividad (TDAH) con diferentes trastornos de sueño en la edad pediátrica. De todos ellos ha despertado especial interés síndrome de piernas inquietas y movimientos periódicos de las piernas.

Si hablamos de piernas inquietas (SPI) directamente se piensa en un paciente adulto. Sin embargo, no se deben menospreciar los casos en la edad pediátrica que suponen un importante impacto en la calidad del sueño de los niños. Al igual que ocurre con los adultos, es necesario que se cumplan una serie de criterios. En primer lugar, la  necesidad imperiosa de mover las piernas, en especial durante un periodo de inactividad. El problema viene en saber reconocer el síntoma, cuando un niño debe expresar con sus palabras esta molestia. El segundo criterio es un índice de movimientos periódicos de las piernas superior a 5 /hora. El tercero que estos movimientos o disconfort en extremidades le suponga una alteración en el sueño. Por último, el cuarto que exista una antecedente familiar fundamentalmente vía materna, aunque también es aceptado la existencia del trastorno en hermanos. No se conoce a ciencia cierta la prevalencia de este trastorno en la edad pediátrica, pero con frecuencia los adultos con SPI manifiestan un inicio de los síntomas por debajo de los 10 años; sin embargo, no existen datos definitivos que nos indiquen la prevalencia exacta. De todos los estudios publicados, se puede extraer una conclusión y es que al parecer la relación entre el SPI y el TDAH es bidireccional. De tal modo que los niños con TDAH muestran SPI en mayor proporción que los niños sin TDAH. Del mismo modo los niños con SPI diagnosticado , pueden en mayor proporción desarrollar un TDAH. En este sentido también se ha comprobado que el tratamiento con agonistas dopaminérgicos, mejora ambos trastornos, sugiriendo así la probable relación fisiopatológica que apoye la asociación descrita.

En conclusión, un sueño de mala calidad consecuencia de un trastorno de sueño en los niños es causa de inatención e hiperactividad, con el consiguiente detrimento en el rendimiento cognitivo del niño, lo cual es causa suficiente de fracaso escolar. No obstante, aunque existe evidencia estadística de esta relación,  aún no se conoce el mecanismo fisiopatológico exacto que lo produce. Hasta ahora los estudios realizados muestran datos poco concluyentes y en ocasiones con resultados contradictorios. La relación mas evidente en este sentido parece ser entre el TDAH y el SPI y movimientos periódicos de las piernas. Las líneas futuras de investigación, deben ir encaminadas a conocer las causas fisiopatológicas para instaurar el tratamiento mas adecuado en cada caso.